Recuerdo las innumerables sabanas blancas que abiertas en el patio
me hacían pensar que el mundo era solo una parte de algo y que al pasar entre
ellas entraba a una nueva realidad.
Recuerdo mi sangre saliendo de una herida y mezclarse con el
agua que había en el piso y formar extrañas figuras que después fueron borradas
por los pies de alguien que para socorrerme borro lo más interesante que había
visto en el día.
Recuerdo la lluvia de las tardes, con relámpagos y truenos,
acompañadas con café o jugo de mango, metido debajo de una toalla, después de
haberme bañado bajo el agua lluvia.
Recuerdo un piso de tierra que mojaban en las tardes para
posteriormente ser barrido por alguien que me regalaba galletas.
Recuerdo una promesa que no creo poder cumplir, la cual fue
hecha en un tercer piso, mientras estaba afuera del salón de clases tratando de
encontrar un cigarrillo dentro de una mochila que tenía todo lo innecesario
para sobrevivir.
Recuerdo a un pastor alemán que tenía más sentido común que
muchas personas que conozco y que además servía de niñera mientras los demás
estaban muy ocupados como para cuidarme.
Recuerdo la primera borrachera que me hizo permanecer
despierto para ver salir el sol y las risas que toda la irresponsabilidad producía.
Recuerdo a alguien en un hospital teniendo toda la calma que
no había tenido en muchos años.
Recuerdo el mar por la noche y la brisa que hacía que mujeres
de pelo largo fueran vistos con nuevos ojos que hasta el día de hoy no han
podido dejar de ver.
Recuerdo muy poco.
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